




Mi experiencia Erasmus en Viena – Christian
Sueño, experiencia y aprendizaje
Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía. — José Vasconcelos
El día llegó, no hay tiempo que perder... Así empezaré este diario. La noche del sábado caía. Lo que podría ser un sábado cualquiera, no lo era. Me encontraba rodeado de mi familia, disfrutando una comida más juntos, sin ser consciente de que esa sería la última. Sabía que la próxima tendría que esperar. Una espera de 60 días. Unas 1.440 horas. Pero en ese momento solo tenía ganas de que llegara el día siguiente... Bueno, también estaba nervioso.
5:30 de la madrugada. No pude pegar ojo en toda la noche. Desde las 2 ya estaba despierto. Llegó el momento de levantarme, vestirme, revisar por última vez las maletas y desayunar. El gran día había llegado. Teníamos previsto salir a las 6, pero salimos 15 minutos antes. Una vez en el aeropuerto, tocó esperar. Fui el primero de mis compañeros en llegar, 45 minutos antes de la hora acordada. Me senté. El aeropuerto en silencio. Miraba a los lados.
El tiempo pasaba y se acercaba el momento de facturar. Mis compañeros iban llegando, algunos tarde. Nos tocó facturar. Todo correcto, nadie se quedó en tierra. Nos dirigimos a la puerta de embarque... El piloto tenía prisa (recortamos el vuelo media hora). Comenzamos a descender. A mi derecha se veía una gran ciudad, a la izquierda, campo. ¡CREO QUE YA HABÍAMOS LLEGADO! ¡Ya se empezaban a oler los frankfurt de Viena!
Visitas culturales las primeras semanas
La visita cultural de esa semana fue el parque Schloss Schönbrunn. El parque forma parte del palacio de Schönbrunn, conocido como el Versalles vienés. Allí residieron en su día María Teresa, el emperador Francisco José, la emperatriz Isabel y otros monarcas. En esa época, el parque era una zona de caza para los residentes del palacio. Por eso es tan enorme.
Adaptarse, ver y escuchar
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino — Gabriela Mistral
Aunque el ambiente en la empresa era agradable, no era capaz de aportar o expresarme en las conversaciones grupales. En las pocas reuniones que teníamos, prestaba toda mi atención, pero si tenía dudas, no era capaz de preguntar. Me bloqueaba o soltaba frases sin sentido como Mariano Rajoy: Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo, beneficio político. Pues así me sentía yo.
A la hora de comer o tomar café, lo mismo. Me sentía apartado, incapaz de participar. A veces no entendía lo que hablaban, otras simplemente no prestaba atención.
Así estuve durante 3 días. 8 horas al día. Por suerte, como no me gusta estar sin hacer nada, aproveché para avanzar con prácticas del colegio. Eso me ayudó mucho a completar tareas pendientes.
El viernes fue más productivo (no tanto en prácticas, pero sí a nivel personal). Por la mañana debía hacer un test, pero no tenía cuenta de administrador. Así que ayudé al profesor: él configuraba el FMS y yo visualizaba el tráfico. Terminamos el test antes de que se fuera a una reunión.
Por la tarde, me permitió terminar una práctica donde debía buscar información sobre dos de sus servidores. Pude conectarme por terminal (¡una gran alegría y un 10 en la práctica!). El viernes terminó mejor de lo que empezó.
Actividades en la empresa
La semana comenzó como terminó la anterior: viendo videotutoriales de D3.js. Al final, me dijeron que el proyecto que me habían asignado se lo darían a otros. Así que estuve leyendo información que al final no necesitaría. Lo bueno: aprendí cosas nuevas.
La nueva tarea estaba relacionada con una aplicación web: Twilio.
Twilio es una plataforma de comunicación en la nube. Permite a los desarrolladores hacer y recibir llamadas y enviar/recibir mensajes de texto mediante APIs. Nuestro objetivo era programar una conferencia: que una persona llamara al servidor y se uniera a una sala, y que los siguientes se unieran también.
Pasamos dos semanas probando la herramienta. Logramos que llamara a un teléfono específico, incluso con proxy inverso y desde una máquina virtual. Cuando digo “logramos”, entre comillas: aún no habíamos alcanzado el objetivo final.
Últimos 15 días
El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido — Jorge Bucay
Como toda película, todo llega a su fin, pero aún faltaba matar al villano. En esta historia no hay villano, solo una presentación para la siguiente semana. Debíamos explicar los dos meses vividos, como un aventurero que cuenta su viaje por el mundo. Pero dejémonos de películas y vayamos al grano.
La semana parecía aburrida. Como cada lunes, intentaba avanzar con Twilio. Como cada semana, no lo conseguía. Siempre acababan ayudándonos. Pero finalmente... ¡LO CONSEGUIMOS! Después de muchas llamadas, errores y dolores de cabeza... ¡OBJETIVO CUMPLIDO!
Aunque nos ayudaron mucho, también formábamos parte del equipo. Reportábamos errores y colaborábamos. Tras terminar, tocó preparar la presentación del proyecto. Al final, la semana no fue tan aburrida como parecía.
El miércoles, tras salir de la empresa, fuimos a Prater a ver el España vs Irán. Era un restaurante al aire libre. El partido fue sufrido, pero la comida estaba deliciosa. Lo doloroso fue pagar 5 € por un vaso de Coca-Cola.
El viernes hubo una reunión no oficial en la empresa con personas que querían practicar idiomas. Me sorprendió la variedad: alemanes, eslovacos, austriacos... y una chica que había viajado por toda Sudamérica. A partir de ahí, se reunirían cada mes. Lástima que yo ya no estaría.
El domingo fue lo mejor. A las 8:30 quedamos con Mike, el profesor, para ir a los Alpes. Hacía frío: 13 °C en Viena, 3 °C en la cima (1.600 m). Pero como buenos españoles, fuimos. Arriba, niebla espesa. Apenas veíamos nada. Entramos a un restaurante. Comimos a las 12. Luego, al bajar, la niebla se disipó y apareció un paisaje increíble. Un lago que no habíamos visto. Impresionante.
Al bajar, en lugar de teleférico, lo hicimos en karts. Sin acelerador, solo frenos. Fue brutal. Fui el primero en llegar. Iba tan rápido que no entiendo cómo no volqué. El freno lo usaba más en rectas que en curvas. En curvas, movimiento de glúteos estilo Jennifer Lopez. Increíble.
Últimos dos días
El viernes por la mañana devolví el portátil y el iPhone. Me despedí del personal. Maletas y rumbo al hotel. El sábado por la mañana dejamos el hotel. Día duro: vuelo a las 17:30, salimos a las 18:10. En Zúrich: 31 °C. Vuelo a casa a las 21:00, salió a las 21:45. Una hora de retraso. Aterrizamos, media hora de espera por las maletas. Finalmente, a las 00:15, nos reencontramos con la familia. Fin del viaje.
Dos meses viviendo algo diferente. Aprendí, conocí otra cultura, trabajé en una empresa extranjera con horarios flexibles. Un país respetuoso, donde incluso pagas por tener TV pública. Donde una señora mayor se cree Hamilton adelantando en la cola del súper. Ha sido increíble. Repetiría sin duda. Pero todo libro tiene un final, y este ha llegado.
¡Adiós Erasmus 2018 y gracias por esta increíble experiencia!

Christian
Alumne del Copernic
Christian realizó sus prácticas de Formación en Centros de Trabajo en la empresa Frequentis, ubicada en la ciudad de Viena (Austria).